
Amanece en la playa;
hombres en sol y yodo curtidos
están sacando El Copo;
mientras que, un corro de gaviotas,
juegan entre las nubes
a una ancestral rueda.
Una de ellas del corro sale
y, meciéndose en la brisa,
vuela tierra adentro.
Al volar sobre el Teatro Romano
se parecen remover en el aire
ecos de antiguos bullicios;
pero sus ojos se posan
sobre la fortaleza que se alza
majestuosa sobre el monte;
y, allí se funde su espíritu,
con el del Moro enamorado
que, en su último aliento,
susurró el nombre de la ciudad
que, eternamente, lo enamoró
llorando por no volver a verla
MALAGA